Meir Kahane

Extremismo ultranacionalista

Meir Kahane nació en Estados Unidos en 1932 y falleció, asesinado por un terrorista árabe, en 1990. Fue un rabino que se hizo famoso por sus ideas extremistas y ultranacionalistas y sus métodos espectaculares y violentos. Kahane es la cara más visible y representativa de la tendencia ultraderechista y chauvinista que se intentó apropiar del movimiento sionista religioso y que llegó a su auge en la década de 1980 y 1990, culminando en el asesinato de Itzjak Rabin.

El padre de Meir Kahane también era rabino, era un admirador de Jabotinsky y formaba parte del círculo de Hilel Kook. Así, ya desde pequeño, Meir sería influenciado por dos corrientes: la ortodoxia religiosa y el revisionismo nacionalista. Meir Kahane formó parte de Bnei Akiva y de Betar. En 1968, fundó la Jewish Defense League, un grupo de “autodefensa” al que muchos acusan de ser terrorista. En 1971 emigró a Israel y fundó el partido político Kaj. En 1984, logró entrar a la Kneset y, en 1988, se le prohibió presentarse a elecciones mediante una ley que excluía del proceso electoral a agrupaciones racistas y antidemocráticas. Tanto en Estados Unidos como en Israel, Kahane estuvo en la cárcel por crímenes relacionados con su actividad política: terrorismo doméstico, conspiración e incitaciones al odio, entre otros. En 1990, luego de dar un discurso en Brooklyn, fue asesinado por El Sayyid Nosair.

Revisionismo y ortodoxia

Decía en el párrafo de arriba que Meir Kahane fue influenciado por dos corrientes ideológicas: la ortodoxia religiosa y el revisionismo nacionalista. Voy a detenerme en este punto porque es fundamental para entender las bases del pensamiento y la acción política de Kahane. Considero que uno de los errores más comunes a la hora de ubicar a Kahane en el espectro político es olvidarse de uno de estos dos ejes o fusionarlos en un eje continuo, como si fuesen la misma cosa.

Empecemos con la cuestión de la ortodoxia religiosa. Kahane fue criado en una familia ortodoxa: su padre era rabino, estudió en yeshivot tradicionales y él mismo estaba muy versado en los estudios judíos tradicionales (Torá en el sentido amplio del término: Tanaj, Talmud, Halajá). Hasta los más acérrimos detractores de Meir Kahane reconocen que sabía un montón de Torá: era un hombre muy capaz y muy preparado en educación judía. Como ortodoxo, consideraba que el judaísmo es el cumplimiento estricto de las Mitzvot, tal como están codificadas en los códigos legales tradicionales, principalmente el Shuljan Aruj y, en menor medida, el Mishné Torá.

En cuanto al revisionismo nacionalista, el padre de Kahane admiraba muchísimo a Jabotinsky y formaba parte del círculo cercano de Hilel Kook. Meir Kahane entró a Betar (la agrupación juvenil del revisionismo) de muy joven. En ella, se imbuyó de los ideales de Betar: Hadar, monismo ideológico, etc.

El padre de Meir Kahane fue parte de la Marcha de los rabinos, una histórica protesta organizada por Hilel Kook en la cual muchos rabinos, la mayoría de ellos ortodoxos, intentaron presionar, en plena Segunda Guerra Mundial, al gobierno estadounidense para que tome una posición activa en favor del salvataje de los judíos afectados por la Shoá. La marcha fue un verdadero suceso en la historia política de la judería estadounidense: fue una de las primeras instancias en las que la ortodoxia tomó un compromiso político activo de manera abierta. Si bien hay opiniones encontradas sobre el éxito de la marcha (algunos dicen que fue un éxito porque logró aglutinar a gran parte de la ortodoxia y movilizarla políticamente de manera significativa, mientras que otros afirman que fue un fracaso porque no sirvió para cambiar en nada la política oficial del gobierno estadounidense), hay algo indiscutible: fue una de las primeras veces en las que se mostró que la comunidad judía, y particularmente la ortodoxa, podía ser un factor de peso en la política estadounidense. Todo esto lo comento porque quiero que vean cómo, ya desde la década de 1940, los ortodoxos estadounidenses se sentían más cómodos con los planteos revisionistas que con los del sionismo laborista: Hilel Kook, siendo él mismo un liberal no religioso, logró unir a los ortodoxos bajo un estandarte común.

Teniendo en cuenta estas dos patas ideológicas –ortodoxia religiosa y revisionismo nacionalista-, podemos plantear las siguientes cuestiones: en primer lugar, ¿estas dos ideologías se fusionan y forman un continuo ideológico en el pensamiento de Meir Kahane? Si es así, ¿por qué? Si no, ¿predomina una u otra ideología? En segundo lugar, asumiendo que ortodoxia religiosa y revisionismo nacionalista no necesariamente van de la mano, ¿Meir Kahane representa la exacerbación de uno u otro principio ideológico? Para que lo vean claro: están los que dicen que Kahane no es más que un Jabotinsky desencadenado; y los que dicen que Kahane traiciona el legado de Jabotinsky. Por otro lado, están los que dicen que Kahane es un ortodoxo consecuente, que intenta implementar un programa político netamente ortodoxo; y los que dicen que Kahane traiciona el propio ideal ortodoxo con su programa político.

Estados Unidos: la radicalización ideológica de los 70

En 1968, Meir Kahane fundó la JDL (Jewish Defense League, “Liga de defensa judía”), una organización que se presentaba como un grupo que se proponía defender a los judíos del antisemitismo. En teoría, era un grupo de autodefensa y sus bases ideológicas eran:

Amor a todos los judíos: un pueblo judío, unido e indivisible, de donde fluye el amor por, y el sentimiento de sufrimiento conjunto de, todos los judíos.

Dignidad y orgullo: orgullo en y conocimiento de la tradición, fe, cultura, tierra, historia, fuerza, sufrimiento y pueblo judío.

Hierro: la necesidad de movilizar y ayudar a los judíos de todo el mundo y de cambiar la imagen judía a través del sacrificio y todos los medios necesarios, incluidos la fuerza, la violencia y el poderío físico.

Disciplina y unidad: el conocimiento de que él (o ella) puede y hará todo lo necesario, y que la unidad y la fuerza de la voluntad de poder lo hará realidad.

Fe en la indestructibilidad del pueblo judío: fe en la grandeza e indestructibilidad del pueblo judío, nuestra religión y nuestra Tierra de Israel.

Como ven, palabras fuertes e intensas. Yo las asocio con las altisonantes palabras de la declaración de principios de Betar. Había dos motivaciones más o menos ocultas en todo esto: la primera, luchar contra la situación de los judíos de los suburbios; la segunda, luchar a favor de los judíos soviéticos. En cuanto a lo primero, en Estados Unidos estaba en auge el “Black Power” y el nacionalismo negro: como reacción del lado judío, surge el JDL, para defenderse del antisemitismo muchas veces asociado al nacionalismo negro. Si se fijan, van a ver que hay una semejanza bastante evidente entre el logo de las Panteras Negras estadounidenses y del JDL: esto no es casualidad, porque, a pesar de estar en polos opuestos en términos ideológicos, uno y otro surgen en un mismo contexto político. En cuanto a lo segundo, se habían intensificado las persecuciones contra los judíos soviéticos y la judería estadounidense empezó a movilizarse para presionar a las autoridades de la Unión Soviética: el objetivo era que se permita la emigración de los judíos soviéticas hacia Israel o Estados Unidos para así aliviar sus penurias. Kahane y su grupo tomaron una actitud muy agresiva contra los soviéticos: empezaron haciendo marchas, siguieron con violencia física y terminaron con actos terroristas.

Por supuesto, Kahane se defendía diciendo que los medios eran necesarios para un fin superior, el salvataje de los judíos soviéticos. Sea como sea, nadie discute que las medidas de Kahane eran extremistas. Así, logró rodearse de un grupo muy militante, la mayoría de ellos jóvenes, que lo tenía como líder indiscutido, mientras que la amplia mayoría de los judíos estadounidenses o bien simpatizaba en secreto con él pero rechazaba sus tácticas extremistas o bien directamente lo rechazaba de raíz.

Sería por estos años cuando Kahane empezaría a utilizar una expresión que lo acompañaría el resto de su vida:

Never again.

Sí, “Nunca más”. ¿Les suena de algún lado, argentinos? Kahane hacía referencia a la Shoá: “Nunca más” los judíos dejaremos que nos envíen al matadero. Ahora somos fuertes y resistiremos por todos los medios posibles. También comenzaría a urgir a los judíos estadounidenses a emigrar a Israel, afirmando que se acercaba un Segundo Holocausto.

Para entender el surgimiento político de Kahane y la expansión de sus ideas y accionar político, tenemos que hablar del contexto. Ya hablamos del nacionalismo negro. Agreguemos a eso el movimiento de los derechos civiles, y el resurgir de la militancia política negra en general. Finalmente, cabe destacar la aparición de la “Derecha judía”: en Estados Unidos, los judíos habían sido históricamente de izquierda, apoyando a los demócratas e incluso siendo instrumentales en la aparición del socialismo, pero en 1970 empezaría a cobrar forma un fuerte giro hacia la derecha y los judíos empezarían a apoyar cada vez más a los republicanos. Hay dos motivos: el primero es de índole ideológico, y es el acercamiento de los demócratas a posturas progresistas como el derecho de las minorías (tanto raciales como culturales y sexuales) y el movimiento por los derechos civiles, lo que provocó una reacción entre muchos judíos que percibían esto como un avance contra los valores judeo-cristianos establecidos, como el matrimonio tradicional; el segundo es de índole económico, y es el ascenso social de una nueva generación de judíos, no ya obreros o pequeños comerciantes sino profesionales acomodados o grandes comerciantes, que conformaron una base de judíos de clase media-alta y clase alta. Así, muchos judíos, tanto para defender lo que percibían como valores comunes al “American Way of Life” y la tradición judeo-cristiana, como por intereses clasistas, empezarían a apoyar a los republicanos en las contiendas electorales. Esto ocurriría principalmente entre los ortodoxos modernos: los reformistas, con su fuerte compromiso social, siempre fueron más proclives a votar a la izquierda, mientras que el conservadurismo se unió en gran parte (aunque no totalmente, ya que hubo excepciones importantes) al movimiento por los derechos civiles. De esta manera, se formó una especie de ecuación aceptada por muchos judíos estadounidenses: Reformismo=Liberal=Izquierda=Malo; Ortodoxia=Conservador=Derecha=Bueno.

(Aclaración importante: cuando uso la palabra “liberal”, me estoy refiriendo a lo que en América Latina o Europa llamaríamos “Progresista”. Para más información sobre el tema, lean este artículo en Aeon escrito por Lawrence Glickman).

Volvamos a la JDL. Decíamos que se definía como una organización de autodefensa, y hablábamos de la obvia influencia de las Panteras Negras. También podemos buscar un antecedente más lejano: los grupos de autodefensa judía en la Rusia zarista. Es verdad que, con la aparición del nacionalismo negro, surgió una oleada de antisemitismo en Estados Unidos. Sin embargo, la comparación con la Rusia zarista se cae a pedazos apenas la pensamos unos momentos: en Estados Unidos, los judíos tienen una situación bastante privilegiada, el antisemitismo es rechazado por la mayoría de la población, el Estado protege a los judíos de cualquier indicio de antisemitismo y el incipiente antisemitismo negro (que existía y existe, nadie lo niega) siempre estuvo contenido; por el contrario, en la Rusia zarista, el Estado mismo promovía pogroms contra los judíos, por lo que la protección estatal era inexistente y la única forma que tenían los judíos de sobrevivir era auto organizándose y defendiéndose como podían. Así, podemos decir que lo más probable es que Kahane se haya inspirado en la resistencia judía en la Rusia zarista pero que la analogía histórica está decisivamente fuera de lugar y que ver a las JDL como herederas de las agrupaciones de autodefensa judía en la Rusia zarista es una exageración enorme.

En base a todo esto, algunos plantean que Meir Kahane es un fenómeno estadounidense antes que israelí: su extremismo refleja más los vaivenes políticos de Estados Unidos que los de Israel. Uno puede agregar que muchos de los colaboradores más cercanos de Kahane eran estadounidenses que emigraron más o menos en la misma época que él a Israel, no israelíes nativos.

Ortodoxia

Meir Kahane era un rabino ortodoxo: de eso no hay ninguna duda. Su programa político se propone como la implementación de la ortodoxia (entendida como “el verdadero judaísmo”) en la política israelí: busca crear un “Estado judío” moldeado bajo los cánones clásicos de la Halajá. Este Estado tiene que fortalecer la educación judía, separar los destinos de los árabes y judíos israelíes, acelerar la inmigración de los judíos de la diáspora, ocupar todo el territorio de la Israel bíblica y, en el mediano plazo, fundar un Estado teocéntrico, halájico, con un Sanedrín de sabios, un monarca descendiente del rey David en el trono y un Beit Hamikdash reconstruido. Todo esto puede sonar muy extremista pero es, de hecho, lo que codifica el Rambam en su Mishné Torá. Así, uno podría argumentar: nada hay más ortodoxo que el programa político de Kahane.

Sin embargo, creo que se puede decir justamente todo lo contrario: el programa político de Meir Kahane es lo menos ortodoxo que se les pueda ocurrir. La existencia de una ortodoxia presupone un montón de cosas que Meir Kahane rechaza: en primer lugar, que hay otras denominaciones y que el paradigma de la construcción del judaísmo es denominacional; en segundo lugar, que el judaísmo se inserta en un contexto político que lo excede y que no puede controlar; en tercer lugar, que el judaísmo es una religión, no una nacionalidad, y que, por lo tanto, no tiene fuerza política; en cuarto lugar, que el separatismo es el camino a seguir. Desarrollemos cada uno de estos puntos para que se entienda qué quiero decir.

Voy a repetir mi discurso de siempre: la idea de un judaísmo dividido en denominaciones (ortodoxia, reformismo, conservadurismo) surge en Alemania y se exporta a Estados Unidos. No es algo universal ni eterno: se desarrolla en un contexto histórico, social, político, cultural y económico determinado. La idea de que existe una ortodoxia implica, necesariamente, la idea de que existe algo que no es ortodoxia: más allá de si considero que sea legítimo o no, si digo que soy ortodoxo, estoy diciendo que existe también gente que no es ortodoxa. Si viene alguien y me dice que es ortodoxo o conservador o reformista, está aceptando implícitamente que el judaísmo se divide en denominaciones.

Las denominaciones “clásicas” de Alemania divergen en un montón de cosas pero tienen un elemento en común: todas afirman que el judaísmo es una religión. El motivo es muy sencillo: la única manera de insertarse en la sociedad de la época era reducir al judaísmo a una religión, a la manera del cristianismo, negando o acallando los elementos nacionales del mismo. Todo esto presupone que los judíos no pueden modificar la sociedad en la que viven: el marco político, económico y social los excede y solo pueden aspirar a entrar en el sistema, pero no a romperlo o modificarlo. Dicho de otra manera, la ortodoxia, el conservadurismo y el reformismo son intentos de hacer encajar al judaísmo en un contexto histórico determinado, que es el de la Modernidad occidental. En este contexto, el judaísmo no tiene ni puede tener una función política: la secularización implica que la religión queda excluida de la esfera pública.

En otros términos, si los judíos quieren insertarse en los Estados nacionales modernos (como Alemania, Italia, Francia o Argentina), tienen que demostrar que son ciudadanos de esos Estados nacionales: que su nacionalidad es alemana, italiana, francesa o argentina, y no judía. Eso solo puede lograrse mediante una operación que transforme al judaísmo en una religión: haciendo del judío un alemán, italiano, francés o argentino de fe mosaica, puedo garantizarle sus derechos como ciudadano sin que renuncie a su judaísmo. El precio de eso es cortar con una parte del judaísmo: la que hace a los elementos nacionales del mismo.

Finalmente, ya vimos con Rab Isaac Breuer que la ortodoxia tomaba al separatismo como estrategia: hay que separar a la religión judía ortodoxa de la religión judía reformista. Dicho en otras palabras, el separatismo ortodoxo clásico presupone que, equivocados o herejes, los reformistas tienen derecho a ser reformistas: el reformismo (la heterodoxia en general) será una forma corrupta, herética y errónea de judaísmo, pero no deja de ser una opción posible.

Todo esto no existe en el ideario de Meir Kahane: al darle un peso político al judaísmo, al considerar al judaísmo una nacionalidad y no solo una religión, al asumir que el judaísmo tiene lugar en la esfera pública, al pretender que el judaísmo tome en sus manos el rumbo de un Estado, Kahane rompe en mil pedazos, consciente o inconscientemente, con la ortodoxia. Ahora ya no hay reformistas, conservadores y ortodoxos: solo hay gente que cumple los lineamientos de la Ley judía y gente que no. Si el judaísmo tiene su lugar en la esfera pública, para Kahane eso solo puede significar imponer la Halajá a todos los judíos, quieran ellos cumplirla o no, porque es obligación de todo judío cumplir la Halajá. Si la ortodoxia presupone un Estado neutro en asuntos religiosos, Kahane quiere un Estado autoritario, que imponga el judaísmo a todos los miembros de la comunidad política. Un ejemplo muy claro es el intento de prohibir por ley el proselitismo cristiano en Israel: Kahane presentó en la Kneset proyectos de ley, que fueron rechazados, para declarar ilegal el proselitismo cristiano y así sancionar a los misioneros.

Así, Kahane no es ni puede ser ortodoxo porque la ortodoxia presupone un judaísmo impotente a nivel político o, a lo sumo, indiferente a la política. ¡Pero lo que quiere Kahane es justamente lo opuesto: un judaísmo militante y políticamente comprometido! Y por supuesto, eso solo es verdaderamente posible en un Estado judío o, más específicamente, en un Estado nacional judío: el Estado de Israel.

Revisionismo

El revisionismo sionista es, dicho mal y pronto, la “derecha” del sionismo. Ya vimos con Israel Eldad la problemática relación entre Jabotinsky y algunos de sus herederos más extremistas: más o menos lo mismo podemos plantear con respecto a Meir Kahane.

Ahora bien, habíamos visto que Jabotinsky tomaba los elementos religiosos del judaísmo y los transformaba en atributos de la nacionalidad judía. Así, hacía la operación inversa de la ortodoxia o el reformismo: si los primeros asumían que el judaísmo era una religión y subyugaban todo elemento nacional a esta concepción religiosa, Jabotinsky asumía que el judaísmo era una nacionalidad y subyugaba todo elemento religioso a esta concepción nacionalista.

Por otra parte, algunos intentan buscar en Kahane un heredero de Hilel Kook. Sí es cierto que Kahane se inspiró en la forma de hacer política de Hilel Kook: demostraciones ampulosas, propaganda provocativa y grandes titulares. Pero ahí se quedan los paralelismos: Hilel Kook era un liberal irreligioso que pretendía fundar un Estado nacional hebreo moderno, mientras que Kahane pretendía transformar a Israel en un Estado judío teocrático, regido por la Halajá. La distancia entre uno y otro es la distancia que separa a un nacionalista liberal moderno de un ultranacionalista de tinte autoritario.

Así, ¿Meir Kahane es el “verdadero heredero del sionismo” o un tergiversador de los valores del sionismo clásico? Algunos argumentan que Kahane es uno de los fundadores del neo-sionismo, tema que desarrollamos más en profundidad en el artículo sobre Israel Eldad.

Los árabes

La más famosa de las directivas políticas de Meir Kahane es la expulsión de los árabes de Israel. Para él, los árabes eran una quinta columna y un nicho de terrorismo. Por otra parte, su crecimiento demográfico generaba un peligro terrible para la construcción de una cultura judía en el Estado de Israel. Para muchos, esta idea de Kahane es revolucionaria. La verdad, no entiendo muy bien por qué. Puede ser que haya sido él quien la haya popularizada pero de ningún modo fue el primero en proponerla: ya vimos cómo Israel Eldad venía pregonando, desde una posición política muy similar, lo mismo desde los años 40.

En palabras del propio Kahane:

Cada día que pasa los árabes de Israel están más cerca de ser una mayoría. ¿Nos expondremos a un suicidio nacional? ¿Debemos permitir que la demografía, la geografía y la democracia lleven a Israel al abismo? Para los judíos y los árabes hay una sola solución: separación. Judíos en su tierra, árabes en la suya. Separación, y solo separación.

Para algunos, esto es una herencia de Jabotinsky. La respuesta corta es: no, eso es falso. Jabotinsky rechaza abiertamente el camino de la expulsión de los árabes de Israel: eso, para él, es inmoral y físicamente imposible. Para Kahane, en cambio, es un imperativo moral, y la única manera de mantener al Estado de Israel como un Estado judío. Kahane propone darles tres opciones a los árabes israelíes: que se vayan a cambio de una indemnización, expulsarlos (sus propias palabras son: “tirarlos al mar”) o permitirles permanecer en Israel como una minoría sin derechos políticos ni nacionales.

Si todo quedase en esto, uno podría acusar a Kahane de estar en contra del liberalismo, pero no de ser un racismo: después de todo, su planteo, amén de ser iliberal, no es descabellado. De hecho, diría que racional: adecúa sus objetivos a los medios. A diferencia de Rab Zvi Yehuda Kook, que no parece tener una solución racional a los problemas políticos, económicos, sociales y culturales derivados de la presencia árabe en territorio israelí y que deposita toda su confianza en la próxima llegada del Mashiaj, Meir Kahane propone un programa político muy claro, definido y, por sobre todas las cosas, posible: expulsar a los árabes de Israel puede ser inmoral según la sensibilidad liberal moderna pero no es para nada irracional y solucionaría, en la práctica, muchos de los dilemas que aquejan a Israel. Crearía otros, por supuesto, empezando por qué tan democrático es expulsar a una parte importante de la población de un Estado simplemente por ser parte de una minoría nacional dentro del mismo, pero, como Kahane se declara como antidemocrático, eso no es un problema para él. Otro problema sería el probable rechazo de la comunidad internacional: a Kahane tampoco le importa la opinión de la ONU o de las grandes potencias así tampoco creo que eso sea un gran problema para él. Quiero que se entienda: no estoy diciendo que la propuesta de Kahane sea correcta ni moral ni justa. Estoy diciendo que es racional: se puede llevar a cabo en las condiciones materiales actuales, más allá de los enormes costos morales, psicológicos y políticos que pueda conllevar.

Repito: si se hubiese quedado en la idea de separar los destinos de los judíos y los árabes, nadie podría acusarlo de ser un racista. Gran parte de la izquierda israelí presupone lo mismo. La diferencia radica en la estrategia: si Leibowitz propone dividir en dos la Tierra de Israel para separar de una vez por todas a los palestinos de los israelíes, Kahane propone expulsar a los árabes de Israel.

El temita es que Kahane no se quedó en esto: con su lengua filosa, daba discursos incendarios. Decía las siguientes cosas:

Los árabes son un cáncer para Israel.

 

Los árabes son perros.

Eso, muchachos, sí es racismo. Y es por eso que Kahane es rechazado por la amplia mayoría de los judíos del mundo: porque es un racista.

Contra la diáspora

Kahane consideraba que la judería estadounidense se había dormido en los laureles y que se estaba aburguesando, por lo que era cada vez menos creativa. Los judíos comprometidos debían emigrar a Israel:

Torá en América. Cómoda, satisfecha, integrada. La Tierra de Israel es un lugar lindo par visitar; un lugar para estudiar un año, o para el cual se puede hacer una marcha o dar un sermón. ¿Pero vivir allá? Hay un solo lugar para el judío con Torá de Estados Unidos: “nuestro país”. Sí, doscientos años y ya es “nuestro».

Podemos decir muchas cosas sobre el tema: lo primero es que este llamado responde a una cuestión estratégica, que es fortalecer al Estado de Israel para evitar el peligro demográfico árabe; lo segundo es que implica un supuesto según el cual Israel debe ser el centro indiscutido de la vida judía y que la diáspora desaparecerá, en el curso de un par de generaciones, de manera natural; lo tercero es que asume que la diáspora, específicamente Estados Unidos, ya no es creativa; lo cuarto es que considera un error que el judío estadounidense se piense a sí mismo como estadounidense; lo quinto es que hay una suposición implícita: se acerca un Segundo Holocausto, esta vez en Estados Unidos, y debemos prepararnos para eso.

Empecemos por lo último: la predicción del Segundo Holocausto es, en el mejor de los casos, exagerada. Hasta ahora no hay nada que se parezca remotamente a eso. En cuanto al tema de que los judíos de los distintos países se ven a sí mismos como ciudadanos plenos del país en el que viven, no creo que la cuestión sea tan lineal: a la par de ese proceso, hay otro por el cual los judíos conformamos una red de fuertes lazos comunitarios, por el cual, sin dejar de identificarnos como argentinos o estadounidenses, nos identificamos también como judíos. Me parece que sí es verdad que a veces puede haber conflictos entre una y otra identidad pero no creo que la respuesta sea blanco o negro: hay grises.

Con respecto al tema de la creatividad de la diáspora y las relaciones centro-periferia, no creo que podamos decir que Estados Unidos no es un centro de la vida judía: hoy resulta claro que Israel y Estados Unidos son los dos grandes centros judíos y es difícil predecir qué pasará a largo plazo. Sí estoy de acuerdo con que hay un conformismo y un aburguesamiento bastante pronunciado entre los judíos de Estados Unidos y que esto puede tener consecuencias fatales a futuro pero sigue habiendo muestras de enorme creatividad. En lo personal, considero que el futuro judío está en Israel, y es por eso que soy sionista, pero no creo que eso implique necesariamente la destrucción de toda la diáspora. Se necesitan judíos comprometidos en todos los lugares en donde hay comunidades judías, no solo en Israel. Lo contrario sería suicida para más o menos la mitad de los judíos del mundo.

El militarismo

Para Kahane, poner la otra mejilla es un valor no judío: si los árabes nos atacan, devolvamos el golpe por diez. Veamos:

Cuando hablamos de enemigos de Israel que nos atacan constantemente y buscan nuestra destrucción, estamos obligados a demolerlos a golpes hasta que queden hechos trizas. Es una Mitzvá (un precepto religioso), una Miljemet Mitzvá (una «Guerra santa»). La Halajá establece claramente que “ayudar a Israel contra el enemigo beligerante” constituye una Miljemet Mitzvá, y no se refiere solamente a un enemigo que nos ataca con el objetivo de aniquilarnos sino a cualquier intento de lastimarnos o saquearnos, incluso el simple robo.

Un concepto muy importante en el pensamiento de Kahane, y que está relacionado con lo que estamos viendo ahora, es Nekama (“Venganza”): la idea de devolver los golpes y vengarse contra el enemigo.

Por supuesto, llevar esto a la práctica implica un cambio enorme en la educación y las prioridades nacionales: significa desviar una enorme cantidad de recursos económicos para la guerra, movilizar a gran parte de la población y crear un sistema educativo que se focalice en el desarrollo de la fuerza física. Además, Kahane quería un Estado autárquico, que no dependa tanto de la ayuda económica de Estados Unidos, lo que significaba desarrollar de manera significativa la economía israelí. Cómo lograr eso en un contexto de aislamiento internacional (que sería la consecuencia de aplicar las ideas de Kahane en la práctica) es algo que escapa a mi capacidad de entendimiento.

Una alternativa al poder

¿Quién apoyaba a Kahane? En primer lugar, su círculo más cercano de judíos estadounidenses de extrema derecha, que emigraron con él hacia Israel. Más tarde, se uniría un sector combativo y extremista del sionismo religioso y un núcleo de la extrema derecha que buscaba expandir los asentamientos a toda costa. Finalmente, lograría el apoyo de una parte considerable de los judíos mizrajim, que buscaban una alternativa al establishment laborista, al que consideraban corrupto, blando y racista. Kahane fue muy hábil políticamente: cuando llegó a Israel, notó cómo muchos mizrajim se sentían defraudados por el régimen político y buscó acercarse a ellos. En su libro They Must Go, escrito mientras estaba en prisión, escribe:

Había unos setenta prisioneros en donde estaba, 58 de ellos judíos. La amplia mayoría eran judíos sefaradim, de las tierras árabes. Quizás esto más que nada representa el dedo acusador al régimen israelí actual, porque lo que los musulmanes no lograron hacer en 1000 años de dominación a los judíos en sus tierras, el régimen actual judío en Israel lo logró en menos de 25 años: la destrucción espiritual de cientos de miles de judíos sefaradim que vinieron a la Tierra Santa con su religión, sionismo y valores judíos básicos. Menos de tres décadas después, están sumergidos en el crimen, la violencia, las drogas, la prostitución y una emigración caótica. Solamente en mi ala había cuatro judíos yemenitas asesinos. Dudo que haya habido un total de cuatro judíos asesinos en los 2000 años de exilio en el Yemen…

¿Esta empatía es real o fingida? Uno podría acusar a Kahane de ser un oportunista que intenta aprovecharse de los sentimientos de marginalidad por parte de los sefaradim/mizrajim para cooptarlos para su causa. En lo personal, creo que es sincero cuando escribe y dice estas cosas. Kahane también trae un argumento para escuchar a los judíos provenientes de los países árabes en relación a cómo lidiar con los árabes israelíes y el mundo árabe en general:

Tienen un sentimiento profundo de que los árabes son un peligro terrible para los judíos dentro de Israel. Ningún judío ashkenazí de Europa puede apreciar verdaderamente esto porque no ha vivido bajo una mayoría árabe. No sufrió las terribles amarguras de ser una minoría judía bajo un gobierno musulmán.

En pocas palabras, los que apoyaban a Kahane lo hacían por distintos motivos: porque apoyaba la expansión territorial de Israel; porque lo veían como un defensor del carácter judío del Estado; porque consideraban que sabía cómo manejarse con los árabes; y porque lo percibían como un hombre que podía hacer frente al régimen imperante.

“Judeo-nazi”: Leibowitz vs Kahane

En el artículo sobre Yeshayahu Leibowitz, les comentaba que algunos veían a Leibowitz como un “Kahane invertido”. Teniendo en cuenta todo lo que vimos hasta ahora, creo que podemos entender mejor a qué me refería.

Para Leibowitz, había que oponerse a la ocupación y la herramienta era la desobediencia civil: rechazar, por cuestiones de conciencia, servir en los territorios ocupados. Para Kahane, la herramienta es la misma (la desobediencia civil) pero a lo que hay que oponerse es a las concesiones territoriales, a la democracia y a todo lo que ponga en peligro lo que él considera “valores judíos”. Un ejemplo de las visiones divergentes de Leibowitz y Kahane es la lectura que hacen de Januca: como ustedes sabrán, Januca es una festividad religiosa, la última instaurada por los rabinos y la única que no se menciona en todo el Tanaj. Según una lectura convencional y típica, Januca representa el derecho a la libertad de culto: es la lucha de una nación pequeña (los judíos) contra un gigante titánico (los griegos), y el triunfo de los macabeos representa el derecho de las minorías a regirse a sí mismas. Sin embargo, tanto Leibowitz como Kahane argumentan que, en realidad, Januca recuerda una guerra civil: judíos nacionalistas respetuosos de una vida de Torá y Mitzvot (los macabeos) contra judíos asimilados (los judíos helenistas). Los dos llaman a reeditar esa vieja guerra civil, pero mientras que Leibowitz considera que los “macabeos modernos” son aquellos que quieren terminar con la ocupación y el dominio estatal sobre la religión, Kahane considera que los “macabeos modernos” son los judíos que quieren expandir los asentamientos, expulsar a los árabes y crear un Estado halájico teocrático y autoritario.

Para Leibowitz, Meir Kahane era el ejemplo más claro de lo que él llamaba “judeo-nazi”: judíos ultranacionalistas autoritarios, que ponían al Estado por encima de todo y que querían acabar con la democracia, utilizando medios violentos y la fuerza física de ser necesario. Para Kahane, Yeshayahu Leibowitz era un asimilacionista encubierto que exponía ideas peligrosas.

Estado judío vs Estado democrático

Para Kahane, había una tension imposible de resolver entre la democracia y el judaísmo: Kahane, contra lo que decía Moshe Una, consideraba que la democracia era un valor absolutamente ajeno al judaísmo y que tarde o temprano terminaría por desaparecer. Kahane lo ponía en términos sencillos:

¿Los judíos están preparados para sacrificar su único Estado en el altar de la democracia que los árabes van a usar para destruir a Israel?

Dicho de otra manera, si hay democracia, peligra el carácter judío del Estado de Israel. Esto es un lugar común de ciertos sectores pero no sé si tiene mucho sentido: lo cierto es que nadie niega el carácter democrático de Argentina o Estados Unidos por ser los Estados nacionales de los argentinos o de los estadounidenses respectivamente.

Además, Kahane argumentaba, en este caso creo que con bastante acierto que:

Si uno quiere saber cuáles son los valores judíos, el lugar para buscarlos no es Karl Marx o Edmund Burke o Thomas Jefferson. Los valores judíos se encuentran en las fuentes judías, muchas de las cuales son ampliamente desconocidas por los críticos histéricos que de repente descubrieron la moralidad “judía”.

El problema con esto es que no hay “una sola moralidad judía”: los textos son textos, y hay un montón de ideas contradictorias en el corpus literario judío tradicional. Así como Kahane deriva ideas autoritarias, racistas y etnocéntricas, militaristas y fuertemente antidemocráticas, otro puede derivar ideas democráticas, igualitarias, de justicia social y pacifistas. No digo que todas las lecturas sean válidas sino que hay un rango amplio de lecturas, y que no todo es blanco o negro.

La barbarie con ropaje religioso

¿Kahane era un patotero y un matón o un profeta? ¿Un político con una ambición sin límites o un filósofo profundo? ¿Un instigador al odio o un hombre que decía verdades que nadie se atrevía a decir? ¿Un terrorista o un defensor del pueblo judío? ¿Un asesino o un héroe? ¿Un bárbaro o un sabio? Ésas son las preguntas que exigen respuesta. Sus seguidores dicen una cosa; sus detractores, lo opuesto.

Hay algo que me queda claro: Kahane no es santo de mi devoción. Rechazo terminantemente su filosofía política. Sin embargo, reconozco algo: tonto no era. No me gusta para nada, pero era un hombre racional. Puede haber sido un terrorista, un instigador al odio, un racista, un matón y muchas cosas más, pero todo lo que hizo lo hizo con un objetivo en mente, no a tontas y locas.

El legado: mártires, asesinos y terroristas

Los herederos ideológicos de Meir Kahane son pocos pero hacen mucho ruido: Baruj Goldstein, que irrumpió en medio de un servicio religioso en la Cueva de los Patriarcas y asesinó a quemarropa a 29 musulmanes e hirió a otros 125, antes de ser abatido por los mismos, en Jebron, quizás sea el más famoso, por las repercusiones de su locura criminal. Algunos pocos lo consideran un mártir religioso, mientras que la amplia mayoría (incluidos algunos seguidores del propio Kahane) lo consideran un asesino despiadado y sanguinario. Cuando Meir Kahane fue asesinado, el partido se dividió en dos (Kaj y Kahane Jai) y su hijo, Biniamin Zeev Kahane, se transformó en una de las principales figuras del movimiento hasta ser asesinado en el año 2000 por terroristas palestinos. La principal figura del kahanismo hoy es Baruj Marzel, un político de ultraderecha radical, que idolatra a Baruj Goldstein y a quien le cabe perfectamente la expresión “judeo-nazi”. Otras organizaciones que se inspiraron en Kahane son Terror Neged Terror (“Terror contra Terror”), que intentaba crear un terrorismo judío que haga frente al terrorismo palestino (por cada ataque palestino, devolver uno judío, creando así un baño de sangre y una matanza tras otra) y Lejava, destinada a evitar las relaciones interpersonales entre árabes y judíos e impedir que los misioneros cristianos actúen en Israel. Finalmente, Meir Ettinger, sobrino de Meir Kahane, es la cara visible de un grupo de jóvenes ultranacionalistas, que rechazan la autoridad del gobierno israelí, al que acusan de ser herético y antijudío, a la vez que predican la eliminación de los palestinos, para así crear un “Estado judío verdadero”. Este grupo es acusado de haber tirado bombas molotov en una casa de una familia palestina y de haber asesinado a tres de sus integrantes y herido a otro. Algunos lo consideran heredero de Kahane, mientras que otros enfatizan que este grupo es muchísimo más irracional, con una fuerte tendencia hacia la mística ya que utiliza conceptos de la Cabalá para justificar su ideario chauvinista, racista y antidemocrático. Algunos dicen que este grupo está muy influenciado por Rab Itzjak Ginsburgh (un rabino de Jabad y ultranacionalista, muy conocido entre los círculos del sionismo religioso radical), mientras que otros aducen que Rab Ginsburgh rechaza abiertamente la violencia. Yeshivat HaRaaion HaYehudí, fundada por Kahane, se autodefine como una yeshivá diferente, que busca crear un nuevo tipo de judío: el “erudito guerrero”. El slogan que une a los kahanistas es “Kahane Tzadak” (“Kahane tenía razón”).

Una de las cosas que más me llama la atención es que Meir Kahane era un extremista pero también era racional: se expresaba de manera coherente y con argumentos. Se pueden rechazar de manera tajante sus ideas pero para eso hay que argumentar. En cambio, muchos de sus seguidores se inclinaron hacia la mística y el irracionalismo más fatal.

Para resumir, los kahanistas son pocos, muy pocos, pero son un verdadero peligro para el Estado de Israel y es por eso que debemos rechazarlos y cortar de raíz sus ideas.

Deja un comentario